Echo de menos levantarme por la mañana en una casa acomodada, limpia, sin tener que asistir al suicidio colectivo de hormigas carnívoras en mi cocina o insectos varios alrededor invadiendo mi espacio.
Echo de menos el frío del invierno, pasearme con un paraguas bajo la lluvia u observar la nieve asentada en lo alto de las montañas.
Echo de menos conducir mi coche y viajar en carreteras bien asfaltadas, con un tráfico precavido y con un mínimo orden.
Echo de menos tener un armario con ropa de un estilo más afín a mi gusto, con zapatos de tacón y complementos varios que no supongan una ofensa para nadie.
Echo de menos pasear por tiendas donde los vestidos están bien doblados, limpios y nuevos, con precios fijos; no tener que discutirme porque soy blanca y pretenden tomarme el pelo.
Echo de menos poder ir a un buen restaurante, dónde no tener miedo de que elijo por si me sienta mal, dónde confío en que la cocina estará en condiciones y los alimentos serán de calidad. Poder elegir entre una selección de platos bien preparados, cocinados con estilo, con variedad de alimentos y sabores.
Echo de menos trabajar en un espacio amplio, con una iluminación adecuada y un orden. Contar con tecnología avanzada y electricidad continua, una impresora que funcione, un escáner apropiado, programas actualizados…
Echo de menos poderme tomar un café en un bar, o una cerveza al finalizar mi jornada laboral.
Echo de menos un fin de semana de dos días seguidos y no trabajar todos los sábados y algunos domingos.
Echo de menos salir de fiesta, tomarme unas copas y bailar hasta altas horas.
Echo de menos pasar rato con mi familia y mis amigos. Contarme y que me cuenten, hacer planes y divertirme con ellos.
Echo de menos ir al cine, al teatro y a museos o exposiciones.
Echo de menos la oferta de deportes varios, como poder ir a jugar a tenis o a clases de baile.
Echo de menos "ses fires d'hivern" de Mallorca, los mercadillos medievales y los planes de domingo.
Echo de menos el olor de la leña quemada y la brisa del mar.
Echo de menos ir a un supermercado y elegir los alimentos, entre una gran gama, y luego poder cocinar contando con útiles apropiados, montar una mesa bonita y disfrutar de compartirlos con quién me apetece.
Echo de menos tumbarme en el sofá o sentarme en un sillón.
Echo de menos una ducha de agua caliente o una bañera llena de espuma y sales.
Echo de menos la terraza de mi casa, las vistas preciosas, mi cama ancha y mis recuerdos acumulados de toda una vida.
Echo de menos un hospital en condiciones, un médico que cuenta con los recursos necesarios para hacer un diagnóstico correcto y la tranquilidad de saber que estoy bien atendida.
Echo de menos no preocuparme por cuantas picaduras y nuevas marcas llevo en mi cuerpo, y no tener que “flitarme” de antimosquitos y untarme de cremas con desagradable olor.
Echo de menos las escapadas de fin de semana, coger un vuelo espontáneamente y visitar otras ciudades o países, sin necesidad de visados e intensos registros.
...
Si, después de más de 10 meses echo de menos todas estas cosas y algunas más…
Tirando de una aproximación muy azarosa, diría que el 99% de los lectores de este texto cuentan con la oportunidad de optar a diario por más del 90% de mis añoranzas. Y probablemente la estadística real no difiera de mi apuesta de porcentajes.
Sin embargo, no me atrevo a cifrar el tanto por ciento de aquellos que lo agradecen con frecuencia, lo valoran y se sienten afortunados por contar con ello.
A veces, cuando esta añoranza me invade, me siento algo culpable… Aquí los porcentajes son justo lo contrario. Entonces, recuerdo aquello de disfrutar de lo poco, del detalle y automáticamente agradezco, aun no de inmediato, proceder de un lugar dónde cuento con Todo.
Prometo públicamente recordar estos deseos cuando vuelva…y hacer el esfuerzo de conformarme más, exigir menos y buscar mi bienestar en lo mismo que aquí. Todo lo demás, un regalo.
Un abrazo
Cris