miércoles, 1 de febrero de 2012

Echo de menos...

Echo de menos levantarme por la mañana en una casa acomodada, limpia, sin tener que asistir al suicidio colectivo de hormigas carnívoras en mi cocina o insectos varios alrededor invadiendo mi espacio.

Echo de menos el frío del invierno, pasearme con un paraguas bajo la lluvia u observar  la nieve asentada en lo alto de las montañas.

Echo de menos conducir mi coche y viajar en carreteras bien asfaltadas, con un tráfico precavido y con un mínimo orden.

Echo de menos tener un armario con ropa de un estilo más afín a mi gusto, con zapatos de tacón y complementos varios que no supongan una ofensa para nadie.

Echo de menos pasear por tiendas donde los vestidos están bien doblados, limpios y nuevos, con precios fijos; no tener que discutirme porque soy blanca y pretenden tomarme el pelo.

Echo de menos poder ir a un buen restaurante, dónde no tener miedo de que elijo por si me sienta mal, dónde confío en que la cocina estará en condiciones y los alimentos serán de calidad. Poder elegir entre una selección de platos bien preparados, cocinados con estilo, con variedad de alimentos y sabores.



Echo de menos trabajar en un espacio amplio, con una iluminación adecuada y un orden. Contar con tecnología avanzada y electricidad continua, una impresora que funcione, un escáner apropiado, programas actualizados…

Echo de menos poderme tomar un café en un bar, o una cerveza al finalizar mi jornada laboral.

Echo de menos un fin de semana de dos días seguidos y no trabajar todos los sábados y algunos domingos.

Echo de menos salir de fiesta, tomarme unas copas y bailar hasta altas horas.

Echo de menos pasar rato con mi familia y mis amigos. Contarme y que me cuenten, hacer planes y divertirme con ellos.

Echo de menos ir al cine, al teatro y a museos o exposiciones.

Echo de menos la oferta de deportes varios, como poder ir a jugar a tenis o a clases de baile.

Echo de menos "ses fires d'hivern" de Mallorca, los mercadillos medievales y los planes de domingo.

Echo de menos el olor de la leña quemada y la brisa del mar.



Echo de menos ir a un supermercado y elegir los alimentos, entre una gran gama, y luego poder cocinar contando con útiles apropiados, montar una mesa bonita y disfrutar de compartirlos con quién me apetece.




Echo de menos tumbarme en el sofá o sentarme en un sillón.

Echo de menos una ducha de agua caliente o una bañera llena de espuma y sales.

Echo de menos la terraza de mi casa, las vistas preciosas, mi cama ancha y mis recuerdos acumulados de toda una vida.


Echo de menos un hospital en condiciones, un médico que cuenta con los recursos necesarios para hacer un diagnóstico correcto y la tranquilidad de saber que estoy bien atendida.
Echo de menos no preocuparme por cuantas picaduras y nuevas marcas llevo en mi cuerpo, y no tener que “flitarme” de antimosquitos y untarme de cremas con desagradable olor.

Echo de menos las escapadas de fin de semana, coger un vuelo espontáneamente y visitar otras ciudades o países, sin necesidad de visados e intensos registros.


...

Si, después de más de 10 meses echo de menos todas estas cosas y algunas más…

Tirando de una aproximación muy azarosa, diría que el 99% de los lectores de este texto cuentan con la oportunidad de optar a diario por más del 90% de mis añoranzas. Y probablemente la estadística real no difiera de mi apuesta de porcentajes.

Sin embargo, no me atrevo a cifrar el tanto por ciento de aquellos que lo agradecen con frecuencia, lo valoran y se sienten afortunados por contar con ello.

A veces, cuando esta añoranza me invade, me siento algo culpable… Aquí los porcentajes son justo lo contrario. Entonces, recuerdo aquello de disfrutar de lo poco, del detalle y automáticamente agradezco, aun no de inmediato, proceder de un lugar dónde cuento con Todo.

Prometo públicamente recordar estos deseos cuando vuelva…y hacer el esfuerzo de conformarme más, exigir menos y buscar mi bienestar en lo mismo que aquí. Todo lo demás, un regalo.

Un abrazo

Cris