“No es preocuparse y compadecer al discapacitado, sino ocuparse de él e integrarlo.”
Yo
Antes de empezar a leer esta publicación, invito al lector a empaparse de estas breves pero intensas imágenes y su mensaje.
Sí, cómo Nick Vuijicic, millones de personas en este mundo sufren alguna discapacidad reconocida, como muchos de los beneficiarios de los proyectos de la Fundación Vicente Ferrer. Entre ellos, el de artesanía en el que actualmente colaboro.
La gran mayoría de las mujeres y chicos que trabajan en los talleres son parcialmente invidentes, sordos, tienen algún impedimento en sus extremidades o partes del cuerpo que dificultan su correcta movilidad o directamente, no tienen piernas, entre otros tipos de discapacidad intelectual.
Día 3 de Diciembre es el Día Mundial del Discapacitado, según declaró la Organización de las Naciones Unidas hace 25 años. Sin embargo, no fui capaz de encontrar tal noticia ni el relato de ningún acontecimiento relacionado en los medios de comunicación que habitualmente consulto. Ya, qué estupidez… ¿Qué importancia tienen estos días para la gente “normal”?
Decidí pues dar la noticia yo, ya que para mi si tiene importancia, y mucha.
El sábado pasado fue festivo para los colegios y proyectos dedicados a estos excluidos y marginados sociales en muchas partes de India. Por este motivo, se organizó una gran fiesta en RDT (Rural Development Trust). A primera hora de la mañana, salían de los diversos campus de la fundación cientos de personas: niños y niñas, mujeres y hombres, responsables de proyecto y voluntarios a dar un paseo por los pueblos.
Orgullosos, llevaban consigo pancartas varias y un estandarte con la foto del admirado Vicente, que tanto ha hecho por ellos.
A la vuelta, juegos, canciones y demás actividades para pasar un día divertido y ameno todos juntos.
Sin falta, los motivos típicos de la zona cómo este precioso rangoli.
A mi, “esta gente” me llena de vida día a día, y me da lo mejor de sí, volcándose en su trabajo y en el mío, y en mi persona, agradeciendo constantemente mi presencia en su comunidad y demostrándome la ilusión por aplicar todos los cambios y mejoras que propongo, sin rechistar. Aceptando las críticas constructivas y colaborando, además, en mi bienestar personal, en parte conscientemente, y en parte, mucho más, inconscientemente.
Además, en cualquier lugar del mundo y en cualquier familia común y corriente puede nacer un bebé con dificultades añadidas, es decir, no coincidiendo todas y cada una de sus cualidades y aptitudes con los estándares establecidos, no encontrándose entre los intervalos considerados, de nuevo, “normales”.
Quise aprovechar para descubrir qué significa realmente la palabra discapacidad, o discapacitado.
La Real Academia de la Lengua Española así lo define: Dicho de una persona que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas.
Luego decidí, de una vez por todas, entender la palabra “normal” y “normalidad”: Dicho de una cosa: que se halla en su estado natural; que sirve de norma o regla; que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.
Así pues, sin ánimo de ofender al lector: ¿no cree usted que también sufre alguna discapacidad de tanto en tanto?
Yo sí.
Me explico. Entiendo que una de las cosas más normales y corrientes del mundo es sonreír, ¿verdad? ¿A cuántos de nosotros no nos cuesta, según cómo nos hayamos levantado, regalar sonrisas al resto, sin que este resto tenga absolutamente nada que ver con nuestro estado anímico? Es más, simplemente por vergüenza, ya que eso de sonreír a extraños no es normal… ¿O sí lo es?
Otra es ayudar al prójimo, ya que el propio instinto humano se lanza sobre el más débil de manera inconsciente cuando detecta esa necesidad de ayuda en los demás. Así pues, ¿sufrimos de vez en cuando algún tipo de dificultad o impedimento por el hecho de no ser capaces de ofrecer nuestro cariño, compasión y ternura a los demás sin recibir o esperar nada a cambio? Y un poquito más allá, ¿qué problema hay en nuestra mente cuando, necesitando ayuda, y sabiendo de este instinto humano, evitamos a toda costa demostrar nuestras debilidades y expresar nuestro deseo de ser abrazados? Por eso que pensaran que yo no puedo solo… y tengo que poder solo. ¿Por qué está una y otra vez nuestra mente programada en esta dirección, desde bien pequeñitos? ¿Padecemos alguna disfunción intelectual?
Una breve anécdota: hace unos días estábamos dos tres de las chicas y yo en la tienda, tratando de elegir una muñeca bonita para una clienta especial. Entonces, una de ellas me explicó, entre las risas a carcajada limpia de las demás, que éstas tienen la cara, cuello y extremidades un poco deformes porque las hacen a su imagen y semejanza...
¿Quiénes sufren una discapacidad mayor, ellas que saben aceptarse y reírse de ellas mismas, o nosotros que en tantas ocasiones somos incapaces de agradecer lo que tenemos y cuidarnos y querernos tal cual y cómo somos, rebotando esta rabia acumulada en los demás o transmitiendo negatividad por la frustración que supone no tener un cuerpo perfecto, no tener tanto dinero cómo querríamos, no ser tan sociables y divertidos cómo los demás, no pertenecer a una clase social más alta… … …?
Hablemos de agradecer... Porque esta es otra de las grandes dificultades en las que me fijo más habitualmente de lo que me gustaría… dar las gracias. ¿O no es una actividad de lo más “normal”?
O simplemente por estar cansados del trabajo… En vez de agradecer tenerlo. Aprender, aunque suponga un esfuerzo. ¿Cuántos no hemos tenido pereza y nos hemos quejado ante cambios en nuestro puesto de trabajo, a la hora de tener que estudiar o incluso en actividades cotidianas de nuestra vida personal? ¿Cuántas veces hemos pensado en la suerte que tenemos de tener acceso a toda bibliografía deseada, unas aplicaciones tecnológicas que aportan a nuestra comodidad o, sencillamente, que tenemos que limpiar porque tenemos un fantástico hogar para nosotros solos?
Cómo estas chicas de la fotografía, que disfrutan en sus primeros pasos para conseguir saber usar un ordenador, que han visto una y otra vez en la oficina, pero hasta ahora apenas sabían cómo encenderlo.
Y por último... ¡cómo cuesta compartir! No tanto dar lo que no necesito, o me sobra, sino parte de lo que tengo, distribuir, repartir.
Y por último... ¡cómo cuesta compartir! No tanto dar lo que no necesito, o me sobra, sino parte de lo que tengo, distribuir, repartir.
Me disculpo de antemano si he ofendido a alguien con esta reflexión en voz alta. No es la intención. El sentido de expresar en público mis sentimientos es sólo compartir mis aprendizajes y entendimientos, que con mucha más facilidad, estas tierras y este trabajo me permiten obtener.
Yo he aprendido a no compadecer a ninguna de estas chicas ni a ninguno de ellos, sino a dar las gracias por esas no dificultades que yo tengo y aprovecharlas todo lo que puedo. Sin pretender mucho más que eso, poderlos tratar con toda normalidad cómo personas totalmente normales que considero que son.
Hoy pues, dedico este escrito a todas aquellas personas que reconocen tener algunas dificultades “de lo más normal y corriente del mundo” y hacen lo posible por superarlas constantemente, sin que eso les impida gozar de bienestar y paz interior.
Un abrazo
Cris