“Es vuestra vida, y nadie va a enseñaros, ningún libro, ningún guru. Tenéis que aprender de vosotros mismos, no solo de los libros. Es un asunto sin fin, es un asunto fascinante, y cuando aprendéis sobre vosotros mismos de vosotros mismos, de ese aprendizaje nace el conocimiento”
J. Krishnamurti
Aquellos que me conocen saben que me encanta cocinar: me relaja, me inspira y… ¡¡me sale bien!! No nos engañemos…también me encanta comer. :D
Me he ido a vivir a un pueblo vecino de la ciudad de Anantapur; Bukaraya Samudram.
Pronto llegará un post describiendo mi pueblo y mi casita…
Hoy, sin embargo me apetece relatar la aventura que supone ir a por alimentos de la tierra… un paseo por la ciudad vieja y el mercado.
Aquí tenéis las imágenes, que hablan por sí solas.
Este es el mercado de verduras de Anantapur. Está en pleno casco antiguo, en algo así cómo un cerco de piedra, no visible desde la calle puesto que lo rodean varios chiringos de algunas frutas y flores.
Entre vacas, bueyes y otros animales, uno encuentra muchos comerciantes que exponen sus preciadas verduritas cómo pueden, ya sea en cuencos, encima de algún saco roto o directamente en el suelo.
Entre ellos, alguno vende también especias de todo tipo.
Las balanzas son del tipo “antiguo”, con pesos de medio kilo, uno, dos, cinco o cincuenta. Algunas más grandes y otras para pesos menores. Dignos de encontrar en anticuarios o mercados de objetos de segunda mano en nuestras ciudades.
Justo detrás hay un pequeño templo. Cómo en la mayoría, una familia vive dentro y se encarga de cuidarlo. Esta mujer es la “Amma” de este.
En la ciudad vieja las calles son más estrechas, y las casas se apiñan una al lado de la otra en pasillitos por los que no cabe más que un vehículo de dos ruedas.
Pasearse entre ellos es toda una aventura. Por la sorpresa de ver a alguien lavar los platos en la puerta de entrada, extrayendo agua de las fuentes de agua “potable” para llenar las jarras de plástico multicolor, el tráfico que merece un post entero (los peatones somos un medio de transporte más, con los mismos derechos y deberes que un cerdo o un camión) o por los infinitos lugares sagrados…
La gente nos saluda y nos invita a sus casas… todo un honor que entremos en su hogar, conozcamos a toda la familia, parientes, vecinos y amigos.
Este es un ejemplo.
Después de ver dos o tres casas, se nos invita a sentarnos en la sala de estar, tomar un zumo “home made” mientras la habitación va llenándose de personas que sólo quieren saludarnos.
Al salir, todo el barrio nos espera. Los niños corretearan a nuestro lado, hasta llegar a la calle principal, dónde se despedirán de nosotros.
Nos pedirán una y otra vez que les saquemos fotos…claro. ¡Qué genial poderse ver! Aquí escasean los espejos y otros materiales dónde uno puede verse reflejado.
Los comercios son otro gran espectáculo. Hay tiendas de todo, si bien no se encuentra de todo, aunque lo que es el orden y el precio de los productos…bueno… no es. A destacar, sin duda, las tiendas de todo un poco: desde galletas hasta desodorante. De éstas hay a montones. ¡¡Y los carritos!!
Mi amigo el informático, Naveen. Un tio genial. Vive con su familia, al completo, como casi todos. Lo de independizarse en estas zonas rurales es para huérfanos y marginados. Se vive con los padres y hermanos hasta que se casan… Entonces uno de los dos, normalmente el hombre, irá a casa de ella. Además, recibirá dote por haberla aceptado cómo mujer.
Otro momentazo es comprar café… Molido al momento, mezclado con chicoria al gusto, pesado y empaquetado a mano, bolsita de plástico y grapadora.
Aquí mi relato por hoy.
Hoy anhelo yo un abrazo... lo doy por recibido.
Gracias
Cris